ANALISIS
Por desgracia, el tiempo ha ido dando la razón a muchos de los conflictos que vislumbramos antes de que acontecieran. Uno fue el ladrillazo que ha hundido la economía española por encima (¿o mejor debajo?) del resto de los países de la Unión Europea. En otra advertimos que los biofuleros y sus agrocombustibles nos iban a subsumir en un serio problema. Por ambas recibimos insultos y amenazas. Entre el problema del cambio climático y la crisis financiera todo el mundo anda un tanto aturdido. Sin embargo, todos los días nos llegan noticias que me hacen temer un nuevo tsunami alimentario. Obviamente las más preocupantes, desde un punto de vista global, proceden de sendas sequías que padecen la India y China. Ambas siguen sin afrontar sus respectivas las imperiosas reformas agrarias que necesitan. La frasecita de marras, que un día puso de moda la segunda: ¡Un País Dos sistemas! Se ha convertido en una patética realidad. Parte de su población se muere de hambre, mientras que la otra se ha subido al carro de la opulencia despilfarradora que la bobalización propicia, debido a su carencia de lógica, y más aun de caridad.
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